Pros y contras del aborto

PROS Y CONTRAS DEL ABORTO


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

VER

Ante la que parece empecinada postura del partido mayoritario en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, de ampliar más la despenalización del aborto, y la propuesta del mismo partido a proceder igual  en todo el país, se han expresado las reacciones más encontradas.

Quienes están a favor de la iniciativa, la pretenden legitimar con muchas argucias, con palabras y ofertas que, a primera vista, no sólo parecen inocuas, sino laudables. Se han publicado desplegados de quienes se siguen autocalificando como católicas, desvirtuando la postura de los obispos, acusándonos como contrarios a la vida de las mujeres, y reprochándonos por qué no reaccionamos igual ante la violencia contra ellas.

No han faltado legisladores que pretenden hacernos callar a los obispos, como si este asunto fuera cosa que no le compete a la Iglesia, o como si declararnos a favor de la vida de los no nacidos fuera una intromisión en asuntos políticos. ¡Cuánta ignorancia y maldad se ocultan en los defensores del aborto! Es probable que muchos de ellos, y sobre todo de ellas, tengan ya en su historia uno o más abortos provocados, y quieran acallar lo más profundo de su conciencia, si es que algo les queda, calificando de bueno y legítimo lo que nunca dejará de ser un asesinato.

¿Qué argumentos esgrimen los que están a favor de despenalizar más el aborto?

JUZGAR

Dicen que no defienden el aborto, sino la salud de las mujeres, pues al no estar permitido todo tipo de abortos en los centros oficiales de salud, las mujeres pobres acuden a personas no calificadas para abortar, y, como consecuencia, muchas mueren, o quedan gravemente lesionadas.

Aplaudimos la preocupación por la salud de las mujeres, en particular de las pobres, aunque el discurso de defender a los pobres muchas veces es recurso publicitario. No queremos que mueran mujeres por abortos mal atendidos. No estamos en contra de su vida. ¡Sería un absurdo, un contrasentido! Queremos que las mujeres vivan. Quienes nos acusan de no ser sensibles a los problemas de salud a que se exponen esas mujeres, pretenden hacernos aparecer como inhumanos y sin corazón. Nada más alejado de la realidad.

Todos estamos de acuerdo en proteger la vida de las mujeres; pero ¿por qué hacerlo a base de destruir otra vida, incipiente en el seno materno? La mujer tiene derecho a vivir. Pues el mismo derecho tiene su criatura. Y más derecho, pues es la vida más pobre e indefensa, y sobre todo inocente. Si de verdad les preocuparan los pobres, deberían defender a capa y espada la vida de las niñas y los niños más pobres, que son los que no tienen recursos para defenderse por sí mismos, sino que son en todo dependientes de quien tiene más fuerza y poder, como es su propia madre. Si se despenaliza más el aborto, otra vez vencerán los grandes contra los pequeños, los poderosos contra los débiles. ¿Eso es democracia? ¿Eso es justicia? ¿Eso significa:primero los pobres? Armonicemos, mejor, ambos derechos a vivir: el de la mujer y el del concebido. Esto es posible, dado el avance de la ciencia, aun en casos en que peligre la vida de la madre.

Unas voces, con gran molestia porque los obispos estamos haciendo lo que podemos para defender la vida de los no nacidos, gritan que el aborto no es cuestión de religión, de moral, sino de salud pública. Por tanto, que los obispos no debemos intervenir en esto, y que no hemos de pretender imponer nuestra visión católica.

Decir que esto no es cuestión de religiones ni de moral, demuestra su crasa ignorancia religiosa, y no sé si también su poca probidad moral. Decir que la Iglesia nada tiene que decir al respecto, es pretender quitarle a la política y al trascendente trabajo legislativo el soporte ético y moral, que le ennoblece. Sin ética, la política cava su propia tumba. Y afirmar que los obispos no tenemos que meternos en esto, es pedirnos que no nos importen la vida y los derechos de los indefensos. Callar y quedarse pasivo, iría en contra de nuestra misión fundamental, pues los discípulos y testigos de Jesús debemos procurar que nuestros pueblos en El tengan vida, y vida en abundancia. No pretendemos imponer la doctrina católica a todo el país, pero sí defender un derecho fundamental, como es la vida humana desde la concepción. En este asunto, la fe ha sido avalada por la ciencia.

Argumentan que, en el país, desde hace muchos años se permite oficialmente abortar cuando la criatura viene con malformaciones genéticas, cuando es producto de una violación, cuando peligra la vida de la madre; por tanto, que ya se practican legalmente abortos; que ahora sólo quieren ampliar más esta posibilidad, para que el gobierno tenga la obligación de ayudar en las clínicas públicas a todo tipo de abortos, y no sólo las mujeres ricas lo puedan hacer en clínicas privadas.

Otra vez, ¡cuánto simplismo! Es preocupante que nuestra legislación, tanto la federal como las estatales, legitimen estas y otras causales de aborto; pero no por el hecho de ser legal, es moral y éticamente bueno. Aunque sea legal, es inhumano, es un crimen, es un asesinato. Dar más libertad legal es legitimar más crímenes, más asesinatos. ¡Cuánta insensibilidad! Y si llegara a aprobarse esta mayor liberalización del aborto, el gobierno y sus empleados tendrían la obligación de ayudar a abortar, sin la posibilidad de negarse por cuestiones de conciencia. Una enfermera, un médico, tendría obligación de destruir cientos y miles de niños, limpiándose la conciencia con que la ley lo permite. Si no ayuda a matar, se le imputaría como una falta, por la que le pueden despedir. ¡Qué cinismo y qué contradicción!

ACTUAR

¿Qué hacer, en caso de que triunfe la inconciencia de esos legisladores? ¡Lástima que sus mamás no les aplicaron la misma receta!

Hemos de seguir defendiendo la vida del no nacido por todos los medios legítimos. Las marchas y manifestaciones en las calles pueden ayudar. Los foros públicos pueden servir. Sin embargo, es urgente que se unan legisladores de diversos partidos, los que aún tienen conciencia, y defiendan la vida más que su propio puesto, sin dejarse amedrentar por los líderes, y ejerzan su libertad humana y cristiana. Y lo más importante: que hombres y mujeres sean responsables en su sexualidad, y no conciban vidas para después destruirlas.